Valiente
Valiente es aquel que siente miedo.
Valiente es quien enarbola
la verdad más dolorosa
hasta la cumbre final
y la diluye con el viento,
el de los ojos ardientes de libertad
que deforesta de cadenas
las miradas que atraviesa,
es aquel
capaz de reutilizar las lágrimas,
reciclar la rabia
y retomar el mando de la nave.
Valiente
es quien planta enredaderas
a los pies del grueso muro,
riega, observa, espera y trepa
sólo cuando la hora llega.
No se puede no ser valiente
Es valiente
quien se autorretrata sin retoque
para poder sanar las taras,
quien cabalga contra la estampida
de conformismo y parches,
de no conflicto y yugos,
de pusilánimes búfalos embistiendo
a la pureza que no saben alcanzar.
Sólo hay dos opciones.
Ser valiente es simplemente
ser fiel a uno mismo
a pesar de los pesares de quien sea,
atreverse a soltar lastres
que no te pertenezcan.
Ser valiente es movimiento,
acción activa, voluntad, anhelo,
ilusión, principios, horizonte, medios,
velas, remos en las manos, viento.
No se puede ser valiente
si no se tiene nada que perder.
Valiente es quien todo lo pierde,
se agarra a sus propias asas,
aprende que nada tiene
y todo lo gana.
No se puede no ser valiente
si tienes un antes, un después
y sobre todo un durante,
si estás sencillamente vivo.
No se puede no ser valiente:
sólo hay dos opciones.
Valiente es aquel que siente miedo,
no se paraliza y lo utiliza
como combustible del valor.
Valiente es aquel que siente miedo.
Agujeros negros
Me aspiras el aire y la respiración
con los agujeros negros,
me irradias tu color oxidado y crema,
tu olor a cemento natural fermentado con cereza,
me inyectas tu sangre del ártico en la piel
y a la vez,
tu volcán más cálido eyacula en mi retina.
Se me cuelan el alma y la reencarnación
por tus agujeros negros,
me saben a leche tus curvas girando,
a cigüeña tus pilares agitando su quietud inerte.
Me apasiono con la conexión cósmica,
las cosquillas de electrones reencontrándose,
y permito mi estampida de pilotos suicidas enamorados.
Caracoleas en la arena del futuro,
sirenesca, saborida y socarrona,
dibujando mandalas perecederos.
Saboreo el panal lejano alojado en la rama más alta
intento trepar por tu cuello,
y me deslizo en el primer peldaño,
pierdo el tempo,
nos imagino danzando,
le lanzo un anzuelo a la hoguera que seremos
y sólo pica la ceniza que será si tiro.
Me precipito y me desincronizo contigo,
quiero acelerar el ritmo,
articulo palabras elaboradas por la muralla,
quiero acelerar el ritmo,
desprendes un desprecio precioso y ocre,
una catarata hormonal, helada y hogareña,
tu abrazo es seda lavada sin suavizante,
infinito amor amordazado en el vientre,
centrifugando,
y no puedo parar de percibirlo,
sólo eres sonoridad entre mis dedos,
y me precipito y no mido,
solamente quiero acelerar el ritmo
y no dejar escapar el vapor de la locomotora,
quiero apaciguar el fuego con queroseno,
enterrar el hacha de guerra en tus tetas,
sólo sé expresar así lo exacto,
sólo así diseminar mi pensamiento.
Quisiera hacer del poema supernova
que devorase tus agujeros negros,
pero ya sin aire ni respiración ni ritmo,
ya sin tempo ni cordura,
ni métrica ni rima ni estructura,
sólo alcanzo a esbozar estrellas negras
en el lienzo blanco de tu boca,
se me cuelan el alma y la reencarnación
por la cloaca de mi loca luz de cuásar
y desaparezco con el brillo testarudo y bruto
de nuestra rota sombra astral.